Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo vivía por los llanos un joven que apodaban Silbón, porque se la pasaba silbando mientras caminaba. Era un joven consentido y caprichoso al extremo, acostumbrado desde niño a ser complacido en todo. Pasaba su vida, de cantina en cantina desperdiciando su tiempo.
Cierto día cuando se encontraba en casa de sus padres, al sentarse a la mesa para almorzar, se llenó de rabia y enfureció al ver que le servían alimentos que a él no le gustaban. En un acto de desprecio y con arrogancia extrema, lanzó la comida al piso diciendo: “Lo que yo quiero comer, es Asaduras (vísceras) de venado”; se levantó de la mesa y salió de la casa lleno de ira, a calmar su rabia con licor en la cantina del pueblo.
Su padre que era un hombre noble y complaciente, preparó su escopeta y el cuchillo de caza y partió a la selva a buscar el dichoso venado para contentar a su rebelde hijo. Pero a pesar de su destreza y conocimientos en la caza, le fue imposible capturar al preciado animal. Después de varias horas y al caer la noche el padre decide que por ese día era suficiente y emprendió el regreso a casa.
Mientras tanto, el joven silbón que llevaba varias horas bebiendo y totalmente alicorado, decide irse para su casa. En el camino de regreso se encontró con su padre, que regresaba de la cacería fallida, quien trató de explicarle porque no había podido cazar al venado que tanto quería.
Sin oír razones y en medio de su borrachera, silbón golpeo brutalmente a su padre; cuando este cayó al suelo, tomó el rifle de cacería y de un disparo lo mato. Inmediatamente después tomo el cuchillo de caza y hábilmente le saco las entrañas a su padre, las empaco en un pedazo de la camisa y se fue para su casa.
Al llegar a casa sus abuelos y hermanos lo recibieron y él le paso las asaduras a la abuela, quien le pregunto de donde las había sacado. A lo que él sin ningún arrepentimiento le contestó: “Son de mi padre, ese fracasado no fue capaz de conseguirme las asaduras de venado que quería, así que yo tomé las de él, ja ja ja”
El abuelo y sus hermanos ante tan aterradora noticia se llenaron de rabia y lo ataron a un árbol, donde en reprimenda por sus malévolos actos, lo azotaron con un mandador repetidamente, paso seguido el abuelo puso sal y ají picante en sus heridas para que se retorciera de dolor.
Su abuela después de soltarlo, lo maldijo diciendo: “maldito eres, para toda la eternidad”, luego le azuzó el perro "tureco" (perro demoniaco) que hasta el fin del mundo lo persigue y le muerde los talones.
Silbón después de ser repudiado por su familia, regreso al lugar donde había acabado con la vida de su padre y en un saco sucio recogió los huesos, que los animales del bosque se habían encargado de limpiar. Los echo al hombro y se perdió para siempre en el bosque, seguido por el perro tureco para convertirse en leyenda.
La tradición explica que, al llegar el silbón a una casa en las horas nocturnas, descarga el saco y cuenta un a uno los huesos. Si las personas lo escuchan no pasa nada, pero si no hay quien pueda escucharlo, entonces un miembro de la familia muere al amanecer.
Nota: A pesar de que la leyenda del Silbón es de origen venezolano, es ampliamente conocida y difundida en los llanos orientales colombianos. El Silbón se presenta a los borrachos en forma sombría. Otros llaneros le dan forma de hombre alto y flaco que usa sombrero y ataca a los hombres parranderos y borrachos, a los cuales chupa el ombligo para tomarles aguardiente
(Angélica García - Colombia País Maravilloso)
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