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LA CAMPANA CASTIGADA (Leyenda)

Foto del escritor: Carmen benavidesCarmen benavides

El lenguaje de las campanas está estrechamente relacionado con el sentir del pueblo para el que tañen. Las que se encuentran en la Catedral Metropolitana de México, tienen diferentes toques para convocar y comunicar distintos eventos, así sabemos que hay un toque para llamar a misa, otra para la primera oración con la salida del sol. Al medio día repican para anunciar el ángelus. A las tres de la tarde, hay otro toque de oración, que alude a la hora que murió Jesucristo, pero también hay toque de queda; doble toque por el fallecimiento de alguna personalidad. Toque vacante por el deceso de algún prelado, o bien cuando se echan las campanas al vuelo para anunciar ciertos festejos civiles. Para llamar a misa, la campana mayor inicia con uno, dos o tres pausados, seguidos de un repique pequeño, repitiendo los toques que indican esta llamada, la que se efectúa cada quince minutos.

Dentro de las ocasiones en que han repicado con más alegría se encuentran a la vez que en 1995 le dieron la bienvenida a Mons. Norberto Rivera Carrera, como arzobispo de México y en 1998 cuando se le nombro cardenal. También el 26 de enero de 1979, cuando S. S Juan Pablo II realizó su primera visita a México.

También se echaron a vuelo en su quinta visita a nuestro país, del 30 de julio al 1 de agosto de 2002, con motivos de la canonización de Juan Diego. Repican en su totalidad cinco veces al año: en la fiesta de Corpus, en la noche del 15 de septiembre, en la noche de Navidad, en la Misa de Año Nuevo y en la Pascua.

Pero las campanas no están exentas de leyendas, de ahí que se crea que la primera campana que albergó nuestra Catedral se hizo con el metal de un cañón que para este fin mandó fundir el conquistador Hernán Cortés; otros dicen que las campanas que se escuchan en este campanario fueron personas poco piadosas en la época de la colonia y que, al morir, se convirtieron en estos instrumentos para expiar sus culpas y estar a la vez cerca del cielo y de Dios, sin alcanzarlos.

Y es que las campanas no son únicamente ornamentos o instrumentos sonoros, son la genuina voz del pueblo, que valiéndose de ellas descifra el código de su sentir y desde luego de su espiritualidad.

Pero hay una campana especial, a la que se le conoce como “la castigada”. Esa campana está en la torre poniente y tiene forma de esquila, que alude a la forma que tienen las que se usan para atarlas al cuello del ganado; resulta que en los años cuarenta, al estar girando, ya que pueden dar los 360º completos, un joven campanero se descuidó y con el impulso lo golpeó, provocándole una muerte instantánea. Por ese incidente la castigaron quitándole el badajo mediante una ceremonia; pero en el año 2000, cuando se estaba celebrando el año del jubileo, que significó el año del perdón y después de un emotivo rito religioso, la exoneraron y volvió a sonar el 7 de enero de 2001. Leyenda o anécdota, no cabe duda de que es un fragmento de historia tangible, que por supuesto también se hace oír.

(“Historias de las calles de la ciudad de México” 2011)



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