Allá por el año 1851 vinieron a Aguascalientes varias personas procedentes de Guadalajara e invitadas por don Mariano Camino, iniciador de la Primera Exposición de Industria, Artes, Agricultura, Minería que se verificara en las Fiestas de San Marcos de ese año. Entre estas personas venía don Felipe Rey González de la familia de don Luis González, uno de los primeros colonos del Pueblo, a establecer una tienda de Feria, durante la temporada y seguir en el año comerciando en abarrotes si la suerte favorecía.
El Sr. Don Felipe construyó su casa al lado Norte del Jardín, dónde sus descendientes, hasta la fecha, ocupan dicha morada. En esta vez la suerte protegió al Sr. González y reunió la cantidad de ocho mil pesos que sumados a su capital le daban cuarenta mil pesos.
Temeroso el Sr. González de que alguna vez los sorprendieran los cacos, tuvo la idea de sepultar su capital con buen número de alhajas de oro macizo, que hacían otro fuerte capital, en un lugar fuera de su casa y escogió éste en el ángulo Norte y Oriente del Jardín, al pie de un gran fresno, entre un bosque de rosales. Construyó una fuerte caja de lámina y madera y ahí hizo su depósito.
Desde ese día el Sr. González se paseaba solo por ese lado del jardín y lo tomó por costumbre a la hora del Alba y las oraciones de la noche; aunque la mayor parte del día permanecía con sus amistades sentado en la balaustrada y frente a su tesoro, jugando albures con apuestas fabulosas.
Una tarde se desarrolló un fuerte pleito entre dos de sus amigos, que llegaron a las pistolas resultando un muerto y dos heridos. El Sr. González fue acusado y preso, por ese motivo enfermóse de gravedad, y ofreció a la Virgen del Pueblito una solemnísima misa de tres padres, orquesta y cohetes si lograba su libertad y a los nueve días salió libre, solo que su enfermedad siguió su curso empeorando cada día, ante esto reforzó su promesa a la Virgen, murió sin cumplir su ofrecimiento.
Poco después, todos los vecinos aseguraban que se aparecía paseando en el jardín a las horas que acostumbraba, y que cuando pasaban las gentes por ahí les hablaba con insistencia para luego desaparecer misteriosamente, que ya nadie podía transitar por ese lugar. Dicen que su alma resguarda el tesoro que tan animosamente escondió en el jardín.
(De la web)
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